desde el quicio
7/1/24
Vacía
24/12/23
Cuento de Nochebuena
23/12/23
Grandes ideas
Día de correr donde los haya.
Y eso que me dije desde el primer momento: “con los tiempos que corren, este año no pienso hacer ningún regalo.”
Y llega hoy y me digo: “¿cómo no voy a hacer ningún regalo? ¿Toy tonta o qué?”
Así que corre que te corre, buscando regalos que no he pensado de aquí para allà y volviéndome absolutamente loca con las compras, porque, sin tiempo para mirar, ya me está bien cualquier cosa.
¿De donde saqué la estúpida idea de que sería capaz de celebrar unas Navidades sin hacer ningún regalo? Seguro que esto empieza a ser vejez.
Recuerdo cuando mi abuela que empezaba a ser muy mayor, nos regaló, a mis hermanos y a mí, 5 euros, cuando lo que acostumbraba a regalarnos eran 100 euros. Creo que he empezado a ir por el mismo camino.
Me he apuntado en un post-it “no hacerme caso cuando tenga ideas absurdas”.
22/12/23
Orden y concierto
Necesito tener el plato del desayuno y la taza limpios y todo lo que he utilizado en su sitio. Necesito tener la cama hecha, la ropa recogida y la habitación ventilada. El comedor sin ninguna mochila apoyada en las sillas. Necesito, también, tenerlo ventilado y con los cojines del sofá mullidos y sin ninguna deformación.
Cuando mi casa está totalmente a mi gusto, entonces y solo entonces, puedo concentrarme en mis labores.
Normalmente, durante el día trabajo en una mesita que me monto en el comedor, al lado de la puerta corredera que da a la terraza. Me encanta trabajar con la luz del día. Si ya ha anochecido, prefiero hacerlo en mi despacho, da al interior y de día entra muy poca luz, tan poca, que se necesita encender la luz eléctrica.
Cuando trabajo y me trabo en lo que estoy haciendo, me suelo levantar de la silla y contemplar las diferentes estancias de la casa; todas ordenadas y limpitas. Me hace sentir bien y eso me catapulta a destrabarme y continuar trabajando. Soy de las personas que piensa mejor cuando están de pie y andan.
Viendo esta necesidad de tener la casa siempre bien arreglada, desde hace tiempo decidí que no me iría a dormir sin tener todas las cosas en su sitio, sin tener la ropa preparada para el día siguiente. Sin tener todo lo que necesito en mi trabajo preparado en la mochila o el macuto que haya decidido llevarme… Y me encanta, antes de ir a dormir, dar una vuelta de reconocimiento para ver y sentir el placer de vivir en un lugar ordenado.
No sé si solo me pasa a mí, pero cuando optimizo alguna estancia y cambio las cosas de sitio porque creo haber encontrado alguna manera mejor de ubicarlas, al cabo de un rato de haber acabado, entro en la habitación a mirarla. Una vez, y otra y otra… y me llena de gozo ver lo genial que ha quedado.
En fin, os cuento esto porque hoy ha sido un día de optimización y ahora, estoy deseando acabar este escrito para ir a ver de nuevo cómo ha quedado el despacho. Me voy, ya no aguanto más.
21/12/23
Morir sola en casa
Yo, que vivo sola, tengo asumido que morir en casa sin compañía es algo que me puede ocurrir. Pero pensaba que es porque me he quedado para vestir santos (cosa que no hago). Creía que la gente era mucho más suertuda que yo, que vivía feliz en su nidito de amor. No me lo había planteado como una cosa general, pensaba que éramos pocos los que vivíamos con la soledad hasta el cuello.
Cuando rompí con mi última pareja tenía la esperanza de que no fuera la postrera. Pero pasando el tiempo a la velocidad que lo ha hecho, ni desesperanza me queda. Empiezo a tener asumida mi soledad de por vida. Tengo amigos, sí, que se preocupan por mí y por saber si sigo coleando, pero esa persona que te acaricia el alma cada mañana, que te hace poner los pies en el suelo cada día, que te tiene priorizada en su vida, esa, no la tengo.
No es que me preocupe el tema, que no lo hace, pero cuando alguien lo menta, me da por pensar en él. Supongo que para las mentes analíticas es normal hacerlo. En cuanto acabe de escribir me olvidaré hasta que alguien haga mención o, por esas cosas de la memoria, vuelva a recordarlo yo misma.
Así que, antes de ponerme nerviosa pensando y pensando en mi cruda realidad, pongo punto final a este texto y apago con premura mi ordenador.
20/12/23
Escasez de orgullo
Cuando debo utilizarlo, solo consigo desperdigar pequeñas motas de jactancia por encima de mi carácter.
Si el reverso de los celos equivale a más celos, el reverso del orgullo, ¿a qué debe equivaler?
Este es el tema que hoy corre por mis venas y que atormenta mi mente a cada silencio. Hay algo de vertiginoso en este pensamiento que promete prontos acontecimientos. Y, mientras, yo vivo radicalmente ajena a todo lo me ocurre en el momento en que aparece ese orgullo que es como si fuera una pequeña salpicadura que se limpia pasándole un pañuelo de papel, de la que no queda ni rastro.
¿Adónde voy con esta caca de orgullo que no me sirve para nada? ¿Crecerá algún día? ¡Cómo va a crecer si hasta ahora no lo ha hecho? Pero… la esperanza es lo último que se pierde. Por cierto, mejor ato a mi orgullín, que lo puedo perder en cualquier momento.
19/12/23
Laborando ando
En silencio mientras lleno de conjeturas mi esperanza para que la vida, el karma, o quién sea el encargado me coloque en nuevos parámetros, lejos, muy lejos, de los que me hallo ahora.
Este nuevo puesto de trabajo que me obliga a colmar de colores el inmenso vacío que me provoca, mientras mi mente se llena de ese humor cáustico que me confiere la impotencia.
Polaridad de sentimientos en la que vivo al pensar que cada día, diligentemente, voy a tener que sentarme en mi nuevo puesto de trabajo, que con cada jornada que pase dejará de ser tan nuevo. Adquiriremos los dos una prematura vejez, yo por no soportarlo, el por tenerme que ver cada día.
Procedo, o me procedí o me procedieron a tomar posesión del rectángulo que será mi mesa mientras alguien, que debiera ser yo, pero no lo voy a ser, no diga lo contrario.
Y, con el tiempo, lo que comienza como siendo un alifafe me conducirá a una dolencia y esta a un desazón que acabará conmigo, consumiéndome mientras gimo agriamente. Y me volveré falaz y pendenciera por no haber sabido decir no, no quiero este trabajo, la vida es otra cosa.
18/12/23
Pasas que cosan
Llega a tanto la motivación, que hoy no he encendido la tele ni me he sentado en el sofá a no hacer nada ni a decirme lo cansada que estoy. Esta motivación es más un estado energético que nada tiene que ver con el “facto”. Quien me entienda que me compre.
Y no quiero irme a dormir con la motivación en ristre, porque no pararía de dar vueltas y más vueltas sin poder dormir y mañana me despertaría con la sensación de haber perdido la oportunidad de hacer. Nadie puede negar que la motivación, si funciona pasa a ser un hecho, por lo qué, por ende, dormirla sería un deshecho.
Y aquí me hallo motivada y sin nada objetivo alguno. ¿Se ha visto desperdicio más grande?
Creo que mejor me pongo nos ponemos el pijama, mi motivación y yo, y mañana será otro día y, por supuesto, otra motivación.
2/6/23
Incordiar, he aquí la cuestión
Toda esa gente que no tiene vida, aunque se piensen que sí porque hacen las tres funciones vitales (relación, nutrición y reproducción), pero está más preocupada por la vida de los otros que por vivir la suya y se dedica a incordiar (envidiar, molestar, alterar, insultar, agredir) al prójimo, debería tener un botón de reset y si ni así, autodirigirse al desguace.
Otro gallo cantaría entonces. La gente que se dedica a sus
cosas podría vivir tranquila sin que los que viven sin vivir en ellos porque
viven pendientes de nosotros, se dedicasen a alterarnos.
¡Qué vidas tan vacías que no tienen otra que llenárselas con
las nuestras! Y lo que es peor, sus retoños crecen mamando estas rabias, porque
en el fondo son rabias, de sus progenitores hacia personas que luchan por tener
la vida que quieren. Qué luchen ellos también, pero no contra nosotros, que no
somos sus enemigos. Aquí el único enemigo que tienen es él mismo.
Lo dicho, si se aburren que jueguen al parchís y se autocanten
las cuarenta.
31/5/23
Lectura dramatizada
Hubo un día, en que me armé de valor y con dos actores montamos una lectura de una selección de mis textos.
Desde el mismo momento en que los ofrecí para ser leídos, me
arrepentí. Son algo muy personal, que nace de dentro de las entrañas, que nace a
flor de piel y que nace de un alma rota y pegada de cualquier manera. Unos textos
que han llenado mis dedos al escribirlos por tener las manos vacías de amor y
caricias. Puse delante de mí en palabras una existencia. Eran unos textos que
querían ser una excreción de un amor apaleado, ajado y muerto a fuerza de los
días. Unos textos en los que había cesado la tortura de la esperanza, que había
estado ardiendo como si fuera una tea y me abrasaba el sentimiento y la
cordura.
Y sí, llegó el día de ser leídos delante de un público. Los
actores con su excelente interpretación, elevaron lo que había sido mi muerte
en vida a una comunicación entre alma y alma. El silencio se podía cortar. En
la sala se habían acompasado los corazones de cada una de las personas. Ni un
movimiento en la silla. Solo silencio y atención.
Mi corazón desbocado latía por cualquier parte de mi cuerpo;
en los oídos, en la muñeca, hasta en la pantorrilla. Mi respiración se aceleró
marcando el tempo del carrillón detenido en escena. Sentí que me venía un
mareo. Pero aguanté. Aguanté ese infinito tiempo en que oía todo lo que había
escrito con una lentitud pasmosa de metrónomo.
Y sin darme cuenta de nada, me sobresalté al oír los
aplausos del público. Estaba al final de la sala y me era crucial ver la cara
de la gente. No quería compasión. Tenía vergüenza de haberme desnudado delante
de tantas personas.
Me llamaron a saludar y tuve que recorrer el pasillo, entre
aplausos y sonrisas hasta el escenario. Saludar. Volver a saludar. Y entre
saludo y saludo, observar al público que parecía haber disfrutado de la
lectura.
Todo se convirtió en felicitaciones y expresiones de
admiración de lo bien que había sido interpretado y de lo preciosos que eran
los textos. Empecé a estar como en una burbuja llena de irrealidad.
Por la noche, en la cama, cuando me dediqué al repaso del
día, aún feliz por el éxito, me di cuenta que todos esos años de dolor y
desamor, de desesperanza y soledad, habían servido para divertir a un público
durante una hora.
Como decía mi madre: menos da una piedra.
30/5/23
La cuadratura del círculo
Si no es indiscreción, explícame que te pasa. Cada vez que paso por delante de ti te noto apabullada, más concretamente, abrumada. Y cuando te saludo, me contestas un “hola” en tono polvoriento y sordo.
¿Te he hecho algo para que estés así conmigo?
Que yo recuerde, apenas tenemos contacto y siempre te saludo
con cordialidad y simpatía. Es cierto, que no me paro a hablar contigo, pero es
que no nos conocemos personalmente. Solo de cruzarnos en el trabajo o de coincidir
cuando es la hora del desayuno, tú con tu café en la mano, yo con mi coca-cola.
Si nos habláramos sería una conversación banal, utilizando la típica función
fática de ascensor. Poco más. Y yo soy muy poco docta en estas situaciones.
Si trabajaras en un bar y yo estuviera tomando una copa en
la barra, lo mismo sí que te contaría mi vida. Es propio hacerlo en esos
lugares. Pero no es el caso.; si lo fuera, seguro que me saludarías con más cordialidad,
con algo de cariño, cada vez que me vieras aparecer por la puerta, mientras piensas:
“Aquí viene la pobre, a ver qué batallita me cuenta hoy”. Y yo habría ido a tu bar
precisamente porque pensaría que te hace ilusión escucharme.
¿No será que te has enamorado de mí? Eso no puede ser. Si no
nos conocemos de nada. ¿Qué nos habremos cruzado, unas 20 veces este año? Sé
que aún estoy de buen ver —me lo dicen mis amigos— pero, antes de hoy no he
visto ninguna otra señal… y cuando una se enamora, va colmando de señales todo
su alrededor como si fueran anzuelos en un barco pesquero. Porque no se trata
de otra cosa que de pescar.
Ahora que lo pienso, lo que yo he entendido como un “hola”
polvoriento y sordo, lo mismo era uno de esos holas que se sueltan entre la
vergüenza y la inseguridad mientras una va pensando: “¡Tierra, trágame! Muero de
amor y ella no sabe nada. No quiero que me lo note. Sí, sí que quiero. Ay, qué
difícil es el amor”.
Creo que ya lo entiendo todo.
Hoy, nada, porque sería un poco forzado. Pero mañana, si nos
cruzamos, después de mi hola, te besaré. Así disiparé esta tremenda duda que me
has creado.
Estoy contenta porque aún levanto pasiones.
29/5/23
Cabezonería
Me despierto pensando que hace tiempo que no escribo en el blog. Me angustio. Los días pasan tan rápido que me olvido de hacer un montón de cosas que me gustan. Me puede más el cansancio del trabajo y esa extraña atracción que he desarrollado por el sofá.
Antes, con mis insomnios, tenía más tiempo. No me quejo, no
me malinterpretéis, no volvería a ellos. Dormir es maravilloso; prefiero dejar
de cernir sobre mi alma, cosa que me encanta, que volver a dormir tan pocas
horas como antes.
Debo encontrar un momento para escribir en el blog. Me
atenaza la angustia. ¡Ja!, soy optimista y, por lo visto, de orgullo superfluo.
Perdida la costumbre, desisto en seguida de actualizar mi blog como debiera. Me
viene pasando estos diez últimos años. ¿Por qué no lo abandono? ¿Por qué sigo empeñada
en volverlo a levantar?
Ahora me pondré como una loca a escribir cada día para
volver a sentir esa sensación tan maravillosa que percibía por aquellos
entonces, cuando veía que, día tras día, colgaba mis textos en el blog. Pero sé con seguridad que, en breve, se
cruzará algo en mi camino que necesitará de mi absoluta atención y cuando acabe
de atenderlo, irresistiblemente volveré a caer en el sofá y volveré a olvidarme
de su existencia. Me asfixia la angustia.
¿Debo aniquilarlo? ¿Acabar con él? ¿Qué extraño orgullo me
impide hacerlo?
Noto que he perdido la práctica en la escritura. Me cuesta dominar el texto y conducirlo allá donde mi interior quiere. No creo que sea porque el coste sea más doloroso que antes. ¡Qué va! Me siento bastante alejada tanto del dolor como de mis circunstancias. Debo encontrar el camino que conecta mi interior con las palabras. Eso es lo que debo hacer. Una vez establecida la conexión, la comunicación será imparable. Este es el camino. Se disipa la angustia.
Fundido
en negro.
17/10/22
Necesidad de escribir y no tener nada que decir, he aquí la cuestión
Leí no sé dónde, una frase que decía (siempre estoy a punto de utilizar el verbo rezar en vez de decir, pero no lo hago): “el libro que debe escribirse es el que grita más fuerte en la mente del escritor”. Callo para ver qué oigo: silencio. Conclusión directa: no debo escribir ningún libro.
¿Qué voy a contar? ¿Mis experiencias con la tristeza y la
pérdida? ¿Mi adolescencia arruinada con miedos que nunca tuvieron nombre? ¿O esa
masa de recuerdos y sentimientos que tengo por desenredar y que no le interesará
a nadie?
Creo que prefiero el consuelo que proporciona la lectura al
sufrimiento que conlleva escribir. Al fin y al cabo, aportamos todo lo que somos
cuando leemos. Nuestra visión subjetiva hace que nuestra lectura vaya a favor
de nosotros mismos. No por otro motivo, existe ese atávico rincón en nuestro
ser.
Nunca he tenido una frase inicial insistente que fuera puerta
de un futuro escrito. Pero mucho mejor así, porque tener una historia y no
escribirla, duele. Las historias son infecciones que la única manera que existe
de erradicarlas es plasmándolas por escrito. Si no lo haces, se te comen por
dentro, te consumen lentamente la luz y puedes llegar a convertirte en un ser
tan insustancial como el humo.
16/10/22
El universo está a mi favor
Me está siendo difícil empezar a escribir hoy. No hago más que empezar la primera frase y borrarla antes de llegar a acabarla. Llevo ya más de cinco intentos.
Pienso.
No encuentro las palabras exactas para explicar lo que
siento porque, cuando lo leo, está escrito más exaltado de lo que debiera. Esto
que la lengua tiene la propiedad de ser precisa y a mí me gustaría un poco de asepsia
en este texto.
Hace ya casi diez años —si no los hace ya—,
que tras una ruptura amorosa vinieron los colaterales: pérdida de amistades
conjuntas y propias.
Fue lógico que las perdiera por todas partes, ya que mi
comportamiento —y no es justificación— no fue correcto. Se juntó una
inmadurez con el condicionamiento, en el que me encontré sometida, de la
persona que era mi nuevo amor.
Ese nuevo amor, no era más que un disfraz de lo que ya se
veía —y
yo no quería ver— una relación tóxica.
Mi comportamiento cambió y se resintió todo mi alrededor.
Hasta aquí los antecedentes de esta historia.
Cuando logré romper la relación con ese “mi nuevo amor”, me
quedé muy destrozada. Tanto por lo que había estado viviendo, como por la
propia ruptura. Tras un tiempo de poca energía y pocas ganas de hacer, me
propuse hablar con todas esas amistades que había perdido, explicar mi
comportamiento y dejar que fueran ellas las que decidieran si reanudaban la
relación conmigo o no.
Me pasé muchísimas noches pensando en este tema. Teatralicé
en mi mente las conversaciones que debía llevar a cabo con cada una de ellas.
Hice trabajo de humildad diciéndome que aceptaría cualquier decisión que
tomaran (que continuaran con la amistad o no, que me perdonaran, que quisieran
empezar de cero). Y un día, de sopetón, me lancé.
Fue una etapa dura, agotadora, porque tenía que tragarme esa
sensación de vergüenza que tenía al tener que admitir mi mala conducta, mi
equivocación y aceptar el fracaso de esa relación de amor que había antepuesto
en mi vida a todo. Pero, poco a poco, con esfuerzo y demostrando que yo era la
misma de siempre y que solo me había equivocado en las elecciones durante una
época de mi vida, he ido recuperando a casi todo el mundo.
El universo está a mi favor.
Hubo una chica, que estaba tan cercana a mi otra ex, a la
que no hice nada para recuperar; pensé que no querría saber nada de mí y nunca
lo intenté. Es alguien que, de alguna manera, compartía intereses cercanos a
los míos y las veces que nos vimos, era divertida y alegre, y me hacía reír,
cosa que valoro mucho en las personas.
Pues ayer, se alinearon los astros o lo que fuera y por una
serie de circunstancias quedamos. Primero de todo, me hizo una ilusión tremenda
que quisiera quedar. Segundo, pude explicar mi comportamiento, que no
justificarlo, porque yo no tuve un arma apuntándome para actuar como lo hice.
Me entendió.
Una vez en casa, estuve pensando en cómo nuestros pensamientos
nos llegan a complicar la vida. Toda esa serie de trabas que nos ponemos a nosotros
mismos impiden que problemas, que no son problemas, se alarguen en el tiempo. O
quizá, estos pensamientos sean equivocados y precisamente lo que fue es que ocurrió
en el tiempo apropiado y dadas las condiciones adecuadas, como indica la ciencia.
15/10/22
Cosas de la psicóloga
Me pregunta si soy una persona que ayudo a los demás.
—Piénsalo esta semana y ya me dices la que viene.
Opina que debiera dedicar más tiempo a mi misma que a mi
entorno. Que siempre estoy ayudando a tal persona, o a tal otra o estoy
preocupada por los problemas de alguien y soy yo la que se para a pensar,
buscando soluciones para poder aportarlas en abanico a la persona en cuestión,
sin valorar si se lo merecen o no. Vamos, en definitiva, que de alguna manera
se aprovechan de mí, piensan.
Me siento en mi sofá y pienso.
Realmente es cierto que me paso el día ayudando a los demás,
siempre que puedo; que me gusta que confíen en mí y que me cuenten sus
inquietudes (problemas, angustias y desesperos). Ellos saben que les voy a
dedicar un tiempo y que a la que encuentre alguna salida, me comunicaré con
ellos y expondré mi visión.
Pero también es cierto que no me abandono ni priorizo a los
demás por encima de mí. No soy ninguna abnegada, ni ninguna santa que dedica su
vida a los demás. Es más, esto, en otra época, no hubiera podido hacerlo. Era
yo la que estaba perdida en mí misma; había dejado de ser yo y me había
convertido en un ser insustancial, dolido y quejumbroso, que pocas ganas tenía
de recomponerse de sus cenizas, bien, por falta aliento, bien, por no querer
hacer el esfuerzo. Entonces sí, que, encerrada en mí misma, no existía nadie
más.
Me levanto a prepararme un té. He encontrado uno me que
encanta que se llama Kukicha y está hecho de ramitas y tallos de té. Mientras
lo voy preparando y el hervidor empieza a hacer ruido, sigo pensando.
Decido que voy a buscar por internet a ver qué encuentro
sobre el tema. Pienso que la psicóloga no me conoce demasiado y piensa que ese
es el camino que debe seguir. A mí, el tema, con lo inquieta que soy, me ha
abierto un mundo. Investigar y conocer son los aspectos de la vida que más me
gustan. Y sí, cada vez más vivo aislada en mi vida contemplativa, analizadora y
llena de hobbies que necesitan de mi soledad y de mi tiempo. Me paso un buen rato picoteando de una página
a otra; justo hasta que empiezo a no tener aportaciones nuevas sobre el tema.
De nuevo en la consulta de la psicóloga.
—¿Has hecho tu trabajo? ¿Has reflexionado?, ¿qué me dices? —me
ametralla.
—Que siempre ayudo a otra gente, si se lo merecen o no, eso
viene después. No todos se merecen el esfuerzo, supongo, pero el esfuerzo
siempre merece la pena.
—¡!
¿A que me quedó bien? Pues es una frase de Frieda Belinfante,
si no sabéis quién es, dedicad unos minutos a Wikipedia. Yo tampoco la conocía.
14/10/22
Días extraños que me gustaría extrañar
Por muy feliz que se sea y sin problemas, hay un día, que sin saber por qué nos despertamos y ya sentimos una sensación rara. Hoy ha sido uno de ellos.
Me he levantado aminorada en todos mis ámbitos, tanto es así,
que no me reconozco. ¿Dónde estoy? ¿Por qué me he esfumado? ¿Dónde ha ido a parar
ese sosiego místico que comporta la felicidad? Sé que soy yo la que pienso,
pero ha aparecido en mi interior otra voluntad que no controlo. ¿Dos voluntades? ¿Una sola voz? ¿En qué
laberinto mental me he metido ahora?
Lo que tengo claro es que la otra voluntad ha venido a
restregarme en mi miseria. Me echa en cara haberme largado teniendo
conversaciones pendientes con ella. “Es muy cómodo dedicarte a crear un huerto
donde labrar tu fe”, me dice mi voz en boca de mi otra voluntad, “largándote y
dejando a mí recoger tus pedazos. Lo tuyo es de una cobardía moral…”.
Siempre supe que las huidas no son buenas y menos cuando se
huye de una misma. Va a hacer falta cierto entendimiento para acabar con este
desdoble. Se van a tener que enfrentar con su propia dialéctica, en una lucha
discursiva que puede convertirse en una diatriba. Una batalla contra lo
inmediato hasta las últimas consecuencias.
Me fascina. Me fascino. A ver si conseguimos esa verdad superior y me vuelvo bajo el velo de la costumbre.
Ser feliz es la mayor de las
mentiras.
13/10/22
La vida…
No voy a negarlo, la vida me ha vuelto hirsuta y porfiada,
pero no por ello quiero borrar mi pasado. ¡Qué va! Huelga decir que estoy
orgullosa de cómo soy.
¿Que la vida hace mella?, pues, sí, es algo que debería
admitir todo el mundo, y si es admitido y aceptado, deja de ser un problema. Recuérdese
la famosa frase: “yo soy rebelde porque el mundo —entiéndase vida—
me ha hecho así”. ¿Qué mejor frase para procurar autoconsuelo?
Entonces, esto tiene peculiar relevancia, ya que si nos
vamos a las premisas lógicas de la filosofía concluimos:
1.- Todos humanos somos vida.
2.- La vida nos hace como somos.
3.- A todos los humanos la vida nos hace como somos.
No os mortifiquéis buscando la lógica a mis tres premisas,
esta se escapa por todos sus poros. Pero
lo que sí que puedo decir, por experiencia propia, es que la vida se dirige al
centro de nuestra esencia sin pasar por la palabra ni por la reflexión.
No voy a negarlo, no, la vida me ha hecho hirsuta y
porfiada.
12/10/22
No me salen las cuentas, pero a ellos sí
Bueeeeno. Ya he acabado el tratamiento y me ha quedado una pastilla de antibiótico, porque me recetaron 5 y cada caja contiene tres (operad vosotros) y quince sobres de mucolítico, porque me recetaron tres al día durante cinco días (venga, que también es fácil la operación) y la caja consta de 30 unidades.
Y digo yo: ¿por qué no nos venden la medicación que
necesitamos en cada momento? Si me pautan una toma al día durante cinco días,
que me vendan cinco pastillas…
Además, ya no solo los huevos tienen problemas con su docena,
que luego llegas a la nevera y hay 10 huecos para ponerlos. ¿Y qué haces con
los dos huevos que te quedan? Si eres listo, ya los comprarás rotos y así los
tiras sin tener remordimientos. Ahora, los medicamentos se han unido a ellos; la
mayoría contiene 28 unidades en su caja. Claro, como seguimos guiándonos por la
luna, con respecto a la medicación vivimos en el mes lunar.
¡Cuánto material desperdiciado! Supongo que tiene que ver
con el lucro de las farmacéuticas, porque, no me lo explico. Eso sí, a nosotros
venga a decirnos todo lo que debemos hacer para salvar la Tierra y reciclar,
que parece ser que ahora no saben qué donde meter tanto orgánico, y patatim y
patatam; y que no se nos ocurra utilizar bolsas de plástico, eso sí, las ponen
a la venta, que desde que salió esta ley, te cobran también las de papel (y de eso
no habla nadie). Eso sí, se sigue utilizando el plástico en los embalajes. Yo,
que reciclo, es la bolsa que más rápido lleno, sobre todo el día que hago la
compra.
Ya veo, hoy me he levantado quejica. Tengo días así, por si
aún no os habíais dado cuenta. Pero es que no puedo con las cosas ilógicas.
Creo que fue Mariano José de Larra, escritor de la Generación
del 98 quién dijo: "La mitad de las personas no leen porque las otras no
escriben y estas no escriben porque aquellas no leen" y la casa sin barrer.
11/10/22
Mil proyectos y un cansancio
Mi mente, que ebulle constante, no para de cocer proyectos.
Ni que decir tiene, que no tengo vida para poderlos realizar todos. Pero ella
sigue, sigue creándolos hasta el punto que no me permite tener tranquilidad.
Tanto es así, que Doña Libretas —que soy yo—, está pensando en empezar una
de nueva para apuntar esos proyectos que me aparecen de repente y se instalan,
si no les hago caso, en seguida en el olvido.
Tengo bastantes de iniciados y no concluidos. Estoy cansada.
Trabajar todo el día con tanta intensidad, ahora, a mi edad, me agota y cuando
llego del trabajo, por la tarde, después de haberlo dado todo, solo me apetece
sofá y peli. Pero mi mente no se adapta al cansancio ya que este es solo
físico, por lo cual, no va con ella; y sigue creando y creando y teniendo ideas,
que a mí me parecen geniales y que, al no realizarlas, me provocan inquietud.
Y pasa un día y otro y así hasta pasar años y las ideas se
acumulan y llegan hasta doler. ¿Dónde está aquella energía que desbordaba por
mis poros? ¿Dónde están las ganas de ponerme a ello?
Por ahora tengo un blog que despertar, un Instagram de
viñetas que no olvidar y dos libros que promocionar, además de tres libros por
acabar y “una imagen al día” por no abandonar. También están mis lecturas, mis
juegos, mis puzles mecánicos, mi teatro y mis amigos… y lo único que hago al
volver a casa es dejarme engullir por el sofá. ¿Alguna vez volveré a ser la
misma de antes?
10/10/22
Retos
Esto de los retos cada día está más en boga. Tanto es así que a mí también me apetece hacerlo. No tanto para colgarlo en las redes y que todo el mundo vea que lo estoy cumpliendo, sino para mí misma. Lo que ocurre es que si son retos que se deben mantener en el tiempo me da una pereza completa empezarlos. Creo que a mí me van ahora los retos que duran segundos, pim pam y reto cumplido. Así que a otra cosa mariposa.
Pero, porque siempre hay un pero, hay un reto que lo
encuentro genial y que desde que me lo dijeron me ha atrapado el cerebro y no
me deja pensar en otra cosa. Es el reto de “365 días”, creo que se llama así, o
al menos a mí me lo presentaron así. Se trata de tirar o deshacerte cada día de
una cosa de casa. Si se cumple, en un año te habrías deshecho de 365 cosas que
realmente no querías ya para nada.
Hace tiempo que pienso que debo deshacerme de un montón de
cosas que ya no me son necesarias. Que, claro, en un momento incluso llegaron a
ser imprescindibles, pero que ahora no las uso para nada y están, eso sí,
guardadas en su lugar.
Incluso un día, se me ocurrió pensar —fue después de la muerte de mi
madre—,
que sería sensacional tener el piso casi vacío antes de morir, para evitar
problemas al que tuviera que desmontarlo. Estaría bien, ¿no? Es muy doloroso
desmontar el piso de una persona querida. Más que nada porque ese piso es como
las capas geológicas de una vida. Duele.
Así que he decidido intentar el reto. También, como soy
persona de libreta, he decidido hacer una lista con lo que tiro cada día. He
decidido empezar hoy, y, además, he decidido adaptarme el reto y convertirlo en
“tirar al menos una cosa como mínimo”.
¿Podré conseguirlo?
9/10/22
Médicos y otros bichos
Me quedé afónica; bueno, en realidad, disfónica, que siempre empleamos el término mal; la partícula “a” delante de “fónica” quiere decir “sin voz” y yo no me quedé sin voz, la tenía totalmente afectada y casi no se me oía, porque tenía las cuerdas vocales inflamadas, pero no me quedé sin ella.
Fui al médico. Un médico que no conocía porque resulta que
llevo una buena temporada que van desapareciendo mis médicos de “siempre” (véase
el término siempre como: a partir de 10 años), o por jubilación, o por
defunción o por “ya no trabaja con nosotros”. Después de esperar hora y media:
me dieron la hora de la cita mal, llegó tarde, visitó a cinco pacientes antes…
Pues eso, después de esperar tanto, entro en la consulta, le intento explicar
lo que me pasaba y me dice:
—¡Tose!
—¡Cof-cof-cof! —hago yo.
—Bien, tienes una infección bacteriana; tómate este
antibiótico y este mucolítico, cinco días.
Y me acompañó a la puerta de la consulta y adiós muy buenas.
No tardó ni un minuto en diagnosticarme. Me quedé tan
flipada que no le hice ninguna pregunta. No había estado en la consulta ni
cinco minutos. Al salir, el siguiente paciente, supongo, exclamó: “¡qué rápido!
Le hubiera contestado, “ni que lo digas” (que es una forma popular de decir: “ni
que decir tiene”), eso sí, le hubiera contestado si no hubiera estado
disfónica.
Caminé hasta casa como si estuviera hipnotizada y antes de llegar
fui a la farmacia a comprar lo que me había recetado. Una vez en el piso, nos
sentamos en el piso, mis bacterias y yo. Necesitaba un tiempo, y supongo que
ellas también, para digerir que me había diagnosticado por el ruido de mi tos.
A pesar de las medicaciones, mis baterías se lo están pasando
chupi conmigo: tres días después, me encuentro mucho peor que cuando fui al
médico, supongo que es el proceso. Recuerdo que siempre se ha dicho: tres días de subida y tres de bajada. Hoy estoy en el cuarto.
Solo me queda tener fe y seguir hidratándome.
13/9/22
Series
He visto una serie que me ha apasionado: Bright Minds, creo que es el título con el que lo conocemos aquí. Es francesa y allí se llama Astrid et Rafaëlle.
Fui a parar
a ella por casualidad hará unos meses. Sólo había dos temporadas. Son
temporadas cortas, de ocho o nueve capítulos (incluso de siete, si me pongo
puntillosa). Ahora ya hay tres.
Uno de los personajes
principales es autista y Sara Mortensen le da vida de una manera tan
espectacular que me tiene anonadada con su trabajo. La miro casi microscópicamente
para no perder detalle de su actuación, de su mirada perdida, de su movimiento
de ojos, de sus interjecciones y su levantar de cejas, de su juego de dedos
cuando piensa o busca, de su forma súper meticulosa de vestir, de su caminar
viciado, de cómo va aprendiendo a fuerza de intentar entender a los demás, de
sus lágrimas y de los momentos en que los estímulos la desbordan.
Cuando una
serie me gusta por algo, la vuelvo a ver un par de veces más. Tengo ganas de
seguir descubriendo los pequeños detalles de este personaje que tanto me ha
conmovido.
Por otro
lado y por pura coincidencia, he ido a caer en otra serie, Woo Jong Woo,
abogada extraordinaria. Una serie coreana en la que la protagonista es una
joven abogada también autista (ahora el concepto autismo se ha dejado de usar y
es mucho más correcto TEA, trastorno del espectro autista). Este es un
personaje muy diferente al de Astrid, pero que también aporta todo un matiz de
comportamientos TEA. Llega a ser tan entrañable y cariñoso que no puedes menos
que enamorarte de él. Le da vida la actriz Park Eun-bin.
Así, que he
disfrutado un montón del trabajo de estas dos gran actrices que no conocía para
nada. A veces es genial ir a caer en el visionado de series que nadie te ha
recomendado y qué no sabes muy bien por qué has acabado viendo.
Después de finalizar
con estas dos, como es normal desde que visionamos tantas series, me siento
huérfana de ellas. Me toca volver a buscar y dejarme caer en alguna de las
miles que hay; ¡a ver si tengo tanta suerte!
12/9/22
Ser
A veces me pregunto si estoy aportando todo lo que soy a la vida. Hace tiempo pensé que el sentido de esta era devolverle lo que es uno. Vivir para ser y luego darlo.
Esa pregunta
inicial fue tan insistente, que me senté un día cerca del mar a analizarla. El
mar es el lugar al que acudo cuando mi corazón se destempla; la cadencia de sus
olas, junto con el arrullo, me calienta de nuevo el alma.
Pensé que la
vida no podía ser sólo en una dirección; me explico: no podía estar tomando yo
todo de ella sin dar nada a cambio. Y mirando a ese horizonte donde habitan las
perspectivas, vi claro que el sentido de la vida era ser para devolver lo que eras.
Ahora vivo
con la inquietud de ir pagando mi deuda. La vida no me lo pide. Pero sin un
sentido, no puedo vivir.
9/9/22
De sorpresa
Esta noche he parido. Me fui a dormir con un ligero dolor en el estómago y esta mañana me he despertado con una enorme masa de recuerdos y sentimientos entre las piernas. He tenido que cortar el cordón umbilical que la unía a mí y cerciorarme de que respiraba. Le he dado una palmadita en lo que me ha parecido una nalga, como tantas veces he visto hacer en las películas para provocarle el llanto. Ha sido un enorme alarido, de esos que enorgullecen a la madre pensando en la potencia pulmonar de su neonato.
Sin cubrirla con ninguna prenda, la he cogido con cuidado
para llevarla a la pila del lavabo. Debía limpiarla. Los hijos siempre que
nacen salen sucios y pringosos. La mía estaba llena de tristezas y pérdidas,
pero el agua tibia ha podido con ellas y ensoñecida he mirado fijamente cómo
desaparecía esos restos de placenta por el desagüe.
Y ahora a amamantarla y criarla, para que crezca sana y
fuerte y yo no me sienta tan sola cuando me empiece a fallar la memoria.
8/9/22
Malas relaciones
No recuerdo de donde saqué esta frase, pero me impactó lo suficiente para apuntarla en mi libreta. Una libreta que he tenido olvidada hasta hace unos días en que volvió a aparecer. La llegué a olvidar tanto que también me olvidé de su existencia. Ya podría pasarme con algunas vivencias de mi vida. Pues a lo que iba, que no quiero irme por los cerros de Úbeda (creo que es la primera vez que escribo esta expresión). La frase en cuestión es:
“Vivir
sabiendo, es vivir el doble y yo nunca fui tan fuere para cargar con tanta vida.”
He leído
unos posts que hablaban de una relación tóxica, de maltrato, aunque hubiera un
límite y no se cruzara. Una relación que ya no era por lo grave del maltrato si
no por lo seguido de este. Y esto me ha hecho pensar en “mi historia”; en esa relación
tan dolorosa que me ha hecho cambiar tanto la percepción del amor.
Durante esa
época yo viví sabiendo. ¡Vamos, sí sabía! Entendía y justificaba todo porque me
creía tan fuerte como para poder con ello. Me creía capaz de modular y cambiar
a la otra persona. Porque, ilusa de mí, creía que el amor que nos profesábamos
(o ¿debiera decir “procesábamos?) era más fuerte que todos los conflictos,
discusiones, percepciones, obligaciones, gritos, silencios de días, rabias y
portazos, que vivió nuestra relación.
Y sí, en
realidad no era fuerte para cargar con tanta “vida”, porque por aquel entonces,
esta era mi vida. Y fui empequeñeciendo, abandonando todo aquello que me gustaba,
separándome de mis amistades, justificando cada una de mis acciones, de mis
pasos, de mis pensamientos… y aguantando, sobre todo aguantando. Siempre
esperando que el milagro se realizase: que fuera capaz de ver la verdad que
había en mí y no esa que se imaginaba.
Recuerdo
acostarme hundida y vencida ante tanta distorsión de los hechos. Recuerdo
llegar a casa con miedo por no saber por donde me llegaría la bofetada verbal.
Recuerdo no saber dar un paso sin sentir que estaba caminando sobre arenas
movedizas.
Ahora, curada,
pero llena de cicatrices, vuelvo a reconocerme y a hacer todo aquello que me
gusta, sin tener que rendir cuentas a nadie, abrazada a mi libertad de cambiar
de opinión, de cambiar de idea, de “hablar palante y hablar patrás” (como dice
una buena amiga mía). Y sobre todo, ahora, soy capaz de hablar de ello, de
escribir sobre ello y de entender, que tras la lucha y la derrota, la reconstrucción
fortalece.
Una frase de
mi estimada “Flor de Nit”: “Per construir cal destruir”.
Fue una
máxima que me decía en los momentos de sentirme en el agujero más profundo de
la Tierra. Suerte que todo se erosiona, incluso el dolor.
7/9/22
Energía
Tengo sueño. Ayer me dormí en el tren de vuelta a casa. Me dormí dignamente, sin roncar ni babear, sin perder la postura de viaje ni ladear la cabeza encima del pasajero de mi lado; solo cerré los ojos e inmediatamente desaparecí de este mundo para pasar al de Sandman. Esta mañana, hacía apenas un par de horas que me había levantado y no paraba de bostezar. Cosa que he seguido haciendo durante todo el día y, a la que disminuía mi actividad, se me empezaban a cerrar los ojillos.
Antes esto
no me pasaba. Ya podía haber dormido poco o empalmado que estaba bien despierta
y con una energía inagotable. Si dormía un par de horas era como si hubiera
dormido un par de días.
Ahora no
recupero como antes. Necesito mucho más rato de descanso para volver a tener fuerzas
y sobre todo ganas. Me da un poco de miedo porque, cuando fallan las ganas,
falla la vida.
Voy a ser
más justa. Si analizo bien, ganas tengo, fallan las fuerzas. Me da rabia porque
sigo teniendo un montón de proyectos que quiero realizar y mi mente y mi cuerpo
solo piden sofá y, cómo soy benévola, se lo concedo al instante.
Y así pasan
los días, y yo… desesperando…
Vivo
aminorada, ya no soy la de antes. En mi huerto, se ha marchitado la fe que
tenía de recuperar ritmo y fuerzas. Aunque, a veces, veo un pequeño brote que
me remite ipso facto al entusiasmo. Quiero levantarme de este jergón de apatía
en el que me he instalado. Tengo un miedo atroz a que se convierta en el velo
de la costumbre. No voy a caer en la aceptación incondicional de la pérdida de
impulso, nervio, ímpetu y poderío, que tanto me han definido en la vida.
6/9/22
Por si sirviera de alegato
¿No os pasa que cuando hay un montón de gente sois incapaces de fijar la vista y ver? En estas ocasiones, miro sin ver, y no puedo luchar contra ello. Cuando la información de mi alrededor es abigarrada, soy incapaz de fijarme en nada. Es como si se saturara mi ojo y fuera incapaz de ir discriminando las informaciones.
Una vez,
estaba actuando en un cruce de dos calles peatonales. Habían instalado una
tarima de metro y pico de alta y estábamos bailando una pieza de jazz a claqué.
Participábamos en las fiestas del barrio con nuestro grupo amateur, felices por
tener la oportunidad de aporrear con las claquetas las tablas de madera de aquella
vieja tarima del Ayuntamiento y poder disfrutar de un público familiar y
amable.
Nerviosa
como estaba, estuve dudando si informar a mis amigos de esa pequeña actuación,
por si querían venir. No era la primera vez que actuaba en público, pero
siempre me pongo nerviosa y cada vez que piso el escenario, con público, tengo
una tremenda lucha con mi miedo escénico. Al final, les informé del evento
(como si fuera Google calendario).
Llegó el
momento en que debíamos tomar posesión del escenario. Estábamos rodeados de un
denso público. Desde mi puesto, mientras repetía de memoria esos taps, steps
y pullbacks que había pertrechado la semana anterior, miraba insistentemente hacia
todas partes tratando de ver dónde estaban situados mis amigos. No conseguí dar
con ellos, cosa que indicaba que no habían venido.
Una vez
acabado el espectáculo apareció ese sosiego místico que señala que ya no tenía clavados
sobre mí los ojos del público. Recogí mis zapatos y mi ropa de baile y me dirigí
a cenar a casa de mis amigos.
Cuando llegué,
me los encontré sumamente enfadados porque no los había saludado y eso que los
había estado mirando. Su hijo se había frustrado mucho porque me había estado
llamando y no le había hecho ni caso. Me quedé anonadada con lo que me estaban
diciendo. Intenté explicarles que cuando hay tanto tumulto, soy incapaz de ver
a nadie, pero no me entendieron. Se ve que a ellos no les pasa esto.
5/9/22
Tiempo y dolor
Escribir apacigua el alma de cualquier vagabundo de las palabras, es un secreto a voces.
Yo dejé de hacerlo
cuando el sentido desapareció. No me encontraba con fuerzas de enfrentarme a la
página en blanco; se vive el dolor en la penumbra y el brillo de esa página,
que ciega la poca luz que contienen las entrañas; no era lo mejor en ese
momento.
Luego el
tiempo lo hace todo. Se instala el duelo en las yemas de los dedos y es
imposible teclear en el ordenador. Lo que antes era júbilo, ahora es dolor y
esas palabras calladas en tantos años de silencio, litifican y emparedan el
lugar que debiera ocupar el corazón, ahora, en los pies.
Y el tiempo pasa
y el dolor, no. Nos ponemos a hacer inventario de lo que nunca escribimos ni
escribiremos; ordenamos nuestras cicatrices desparramadas en el suelo, numeramos
los suspiros expirados al viento; baldeamos las esperanzas, para que luzcan de
nuevo.
Y el tiempo
pasa y el dolor, no. Y lo querría sucinto, porque las lágrimas que no detienen
la vida, me paralizan a mí y nimban mi mente de un halo de oquedad; ¿cómo,
entonces, poder escribir?
27/12/21
Sus realismos
Después de la aclaración, vengo a deciros que os escribo, sencillamente, porque quiero. El objetivo de esta carta no va a ser el de comunicarnos, aunque, bien se sabe, que es un objetivo implícito en el concepto y que se cumplirá al cumplir el objetivo primordial: escribir una carta.
Puede, quizá, tal vez, esta carta no llegue a vuestras
manos; no os extrañe nada, ya que me hallo en vías de hacer obra creativa y
hasta no concluirla y ver el resultado final, no sabré si es digna de ser dada
a conocer.
Omito escribir con mi puño y letra para que no se produzca
ningún trastorno de lectura.
El fin de esta misiva es escribir, cuánto más mejor, sin
tener nada que decir. Voy a evitar el tema hasta en la propia esencia de esta
carta, ¿qué os parece?
Situación espacial: estoy sentada en mi habitación, con la
puerta abierta, inclinada sobre mi escritorio, escribiendo. Tengo música puesta
que llena el hueco del entorno y me transporta, sentada en la clave de sol, al
pasado; un pasado, pasado, puntualicemos.
Situación temporal: Va a llover, pero no se decide. La
palmera de delante de casa está quieta, cosa que me conduce a la sabia
deducción de que no hay viento. Voy a comedor, abro la puerta de la terraza y
saco la mano; compruebo que la temperatura ambiental es ambiental (nota:
puntualización: no funciona la ventana de mi cuarto, anoche se quedó si pilas).
Situación emocional: Tengo el suficiente acúmulo de idiotez
para poder seguir escribiendo una no-carta como esta durante bastante tiempo.
Recursos materiales: Los suficientes para no caer en la
monotonía, intentando hacer un buen alarde de creatividad.
Metodología: Coger el ordenador e ir escribiendo kilómetros
de letras sobre el documento.
Resalto el hecho de que esta carta no tendrá feedback, si
algo sale mal, así se quedará.
Tras haber sentado las bases de los puntos de las fases de
la carta, paso a transcribir el himno para la posteridad:
Chopi y la princesa
son buenos amigos,
Chopi la defiende
de sus enemigos.
Tú eres la princesa,
este es tu castillo,
el pequeño Chopi
siempre está contigo.
El duque no la quiere,
él es su enemigo,
porque él sospecha,
que ella no es un chico. (…)
Una vez entonado el himno con la solemnidad pertinente al
hecho, caben unos segundos de silencio para recuperar el aliento del enorme
esfuerzo realizado al entonar las notas para el cántico.
Mientras, aquí un documental: el mundo animal
“Hola, amigos, hoy en nuestro programa vamos a tratar muy
específicamente de la vida del perro escalador, cannis escalatore, una especie
actualmente extinguida debido al encarecimiento masivo del material de escalada
y a la erosión de los grandes picos.
El cannis escalatore conocido vulgarmente por sube-sube, se
alimenta de conservas y pastillas de glucosa; tiene la piel protegida por una
fina capa de anorak que le abriga del frío pero que no estorba ninguno de sus
movimientos. Es un ser solitario desafiador de la gravedad.”
Ya ni se puede confiar en el contenido de una carta, pues si
se llegara al análisis no se podría obtener ninguna de las ideas importantes
que rezan en estos párrafos. ¿Qué más se puede pedir?
—Una oda al colofón.
25/12/21
De nuevo, un placer
Es un placer dedicar un rato a la escritura, aunque tenga poco o nada que narrar.
Los tiempos aquellos en los que vivía extrovertidamente,
tanto a nivel personal como social, han dejado de existir. Ahora la vida se ha
tornado mucho más tranquila. Con pocas vivencias más allá de mis propios
pensamientos, que, aunque parezca mentira, son los mismos de siempre; no han
evolucionado.
Quizá dejé de escribir por miedo a repetirme, a no avanzar,
a decir siempre lo mismo desde el mismo punto de vista. Quizá nunca he sido
escritora y nunca he tenido nada qué decir. Pero, en algún momento, creí que
sí. El error fue dejar de escribir para mí y escribir para los demás, para ser
leída. Quizá me volví engreída creyéndome que entre mis palabras se vislumbraba
cierta calidad. Perdí la humildad que se necesita para escribir y no perder la
honestidad.
Ahora que ando lejos de los insomnios, de los amores y de
las personas bohemias que me rodeaban, ahora, seguro que mi musa se ha ahogado
en el vino que no bebo, porque no me despierta de mis noches de sueño y descanso.
Quizá antes, el tormento que me proporcionaba el deseo de amar me ayudaba a
traducir sentimiento en palabra.
Ahora ya no amo. Ahora vivo sola contando y descontando
tiempos futuros y pasados. Pero, sin embargo, sigue siendo un placer poner mis
dedos sobre el teclado y acariciarlo, presionando con rapidez sus teclas para
que, al final, pueda leer lo que ni yo misma sé que escribo.